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Corrientes

Ola Polar: Las heladas castigan a los campos correntinos

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El termómetro descendió con fuerza en los últimos días, y con él, también cayeron las expectativas del sector hortícola en Corrientes. Las heladas que se registran en Santa Lucía, Lavalle y otras zonas productivas del NEA generan preocupación entre quienes dependen de la tierra para vivir. El daño a los cultivos no sólo compromete el ingreso de los pequeños y medianos productores, sino que también se traduce en menos oferta y precios más altos para los consumidores.

"El tomate lo está sufriendo bastante. Las plantas frenaron su maduración, sobre todo ahora que empieza julio y se viene agosto, que suele ser más crudo todavía", relató Miguel Tomasella, productor de Santa Lucía, uno de los principales cinturones verdes de Corrientes. Si bien en su finca los efectos aún no son catastróficos, sabe que hay colegas que ya cuentan pérdidas. "En algunos lotes, el frío quemó las hojas, incluso dentro de los invernaderos. El plástico no alcanza para frenar el ingreso del aire helado", explicó.

Para intentar salvar lo que queda, muchos productores recurren a técnicas rústicas, como encender fogatas en las cabeceras de los cultivos o cubrir manualmente las plantas más sensibles. Pero los resultados son limitados. "Si esto se profundiza, vamos a estar complicados. Ya se están amarilleando las hojas y eso es señal de daño serio", alertó Tomasella.

El panorama es compartido en otros puntos del Noreste. La combinación de temperaturas bajo cero, baja humedad y fuertes vientos termina siendo letal para verduras de hoja, hortalizas y frutales.

Precios en el mercado
Marcos Danuzzo, referente del mercado de frutas y verduras frescas en Corrientes, detalló cuáles son los productos más afectados por la ola polar: "Están subiendo la acelga, el perejil y la cebolla de verdeo. Lo que está a campo abierto tiene muchas chances de perderse".

El impacto directo en los precios minoristas no tarda en sentirse. A la menor oferta estacional se suman otros factores que agravan el encarecimiento de los alimentos: el precio del combustible, los fletes internos e internacionales, la escasa regulación y la falta de incentivos reales a la producción regional.

"El problema no es sólo el clima. La papa y la cebolla, por ejemplo, están en valores bajísimos y no repuntan porque los mercados están saturados. A eso hay que sumarle el costo de mover la mercadería. El transporte te mata", aseguró Danuzzo. Según sus estimaciones, hoy un flete desde Buenos Aires hasta Corrientes está costando más del doble de lo que debería. "Debería rondar los $ 600 o $ 700 por bulto, pero están cobrando más de $ 1.300. Así es muy difícil que el productor pueda sacar adelante su trabajo", denunció.

También apuntó al impacto del comercio internacional, especialmente en frutas como la banana, cuyo precio cayó por debajo de la rentabilidad mínima para entrar al país. "Se están negociando fletes de 1.150 dólares para traer fruta desde Paraguay. Con el dólar a $ 1.000 ya era caro, pero ahora se hace inviable", explicó.

La situación deja al descubierto un sistema productivo frágil, dependiente de las condiciones climáticas y afectado por una cadena de comercialización que no ofrece garantías ni para quienes producen ni para quienes consumen. La falta de políticas públicas para el sostenimiento del sector agrava un escenario donde los pequeños productores son los más expuestos y los consumidores, los más perjudicados.

El daño generado por las heladas va más allá de las hojas quemadas o los frutos malogrados: se extiende al bolsillo de las familias que, en pleno invierno y con salarios deprimidos, enfrentan góndolas cada vez más inaccesibles. La acelga, el perejil o la cebolla de verdeo son apenas ejemplos visibles de una distorsión más profunda.

Por otro lado, desde las asociaciones de productores advierten que, si bien el clima no puede controlarse, el contexto sí puede mejorarse con medidas de fondo: subsidios bien direccionados, acceso a tecnología de protección contra heladas, mejora de la infraestructura logística y, sobre todo, políticas de precios y abastecimiento que reconozcan la importancia estratégica del campo en la seguridad alimentaria.

Mientras tanto, los productores hacen malabares para mantener con vida sus cultivos y evitar que se hielen sus ingresos. Y los consumidores, cada vez más asfixiados por los aumentos, deben resignarse a pagar más por menos.

Fuente Diario Norte

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