Economía
Precio de los medicamentos: Cómo es el detrás de escena de la industria farmacéutica
Por Nicolás Sidicaro - La producción de medicamentos en Argentina depende de complejas cadenas de suministro, márgenes comerciales y regulaciones. Cómo impacta en los valores y el acceso a los fármacos.

Consumir un medicamento es relativamente sencillo. En el mejor de los casos, te servís un vaso de agua, te tomás la pastilla y listo. En otros casos es un poco más complicado. Pero, ¿alguna vez te pusiste a pensar en todo lo que hay detrás de eso? Arranquemos con una breve caracterización de la industria farmacéutica.
A grosso modo podemos decir que en Argentina hay unos 354 laboratorios privados y 45 establecimientos públicos. Dentro de los primeros, hay 229 plantas industriales, donde se producen los medicamentos, mientras que el resto de los laboratorios terciarizan la producción a otros o directamente la importan. Ahora bien, no todos estos laboratorios son iguales, algunos son mucho más conocidos que otros, pero volveremos sobre esto en breve.
¿Qué se hace en las plantas? Se elaboran los principios activos y se realiza la formulación, donde se combinan con otras sustancias para llegar al remedio que vemos en las farmacias, con sus diferentes formas, tamaños, dosis y formas de tomar.
Sin embargo, eso es tan solo la punta del iceberg, es lo que vemos cuando compramos. La industria, en su conjunto, no depende únicamente de quienes producen los medicamentos, también lo hace de los segmentos de distribución, comercialización e investigación. Cada uno con sus características particulares.
Por un lado, las distribuidoras se encargan de la logística para la entrega –por pedido de los laboratorios– al segmento mayorista, en su mayoría droguerías. Estas últimas se encargan de proveer a las farmacias y a las instituciones de salud –hospitales, salas, etc–. Aquí es donde los usuarios acceden finalmente a ellos: por lo general en las farmacias, pero también en los centros de salud si uno lo requiere.
Es decir, con cada uno de estos eslabones se va conformando una cadena de provisión con sus diferentes márgenes de comercialización que llevan al precio final. Para los segmentos de distribución y comercialización, la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia hizo hace unos años un análisis de la conformación de los precios, con base en la diferencia que hay entre la tarifa sugerida por las farmacias (Precio de Venta al Público -PVP-) y la real. Allí se estimó un margen de las droguerías del 6,68% y de las farmacias de un 15,11%, pero la conformación de este número al interior de los laboratorios no es del todo clara.
Cabe aclarar que este no es el único mecanismo de compra y venta de estos productos, ya que nuestro sistema de salud es sumamente complicado y combina segmentos públicos de los diferentes niveles jurisdiccionales (municipios, provincias y Nación) con obras sociales públicas (PAMI, por ejemplo) y privadas, con las prepagas. Todos estos actores también inciden en esta historia con descuentos, negociaciones y arreglos particulares que complejizan mucho la cuestión. Por lo general, el segmento público funciona a base de licitaciones, mientras que el resto tiene convenios o departamentos de compra donde se pacta la entrega.
Ahora bien, si te preguntara quién está a cargo de la producción, ¿qué me dirías? Seguramente, pensarías en las grandes marcas nacionales y en otras tantas internacionales. Una de las particularidades de nuestro país es que casi el 60% del volumen de medicamentos consumidos tiene su origen acá. Algo bastante destacable, considerando que esta característica se repite únicamente en algunos países desarrollados –o con grandes industrias como India y China–.
¿Eso quiere decir que exportamos y somos campeones? Sí, pero no. La última década las exportaciones del complejo farmacéutico se encuentran en torno a los 1.000 millones de dólares anuales. Principalmente, los destinos de las ventas internacionales son los países limítrofes (Uruguay, Brasil y Paraguay), otros de la región más alejados como Ecuador y México, y algunos países desarrollados.
Sin embargo, el sector es sumamente deficitario. Principalmente, esto se explica por la dependencia que hay en la industria a los principios activos importados que te mencionaba más arriba para la elaboración de los medicamentos nacionales y a la necesidad de importar nuevos y vacunas biotecnológicas –de mayor tecnología que no se realizan acá–. La mala noticia es que el mercado de este nuevo tipo de drogas –que son muy caras– es cada vez mayor como solución a enfermedades que antes no tenían un tratamiento tan claro.
Además, la perspectiva de poder producirlos localmente no es para nada auspiciosa. Según una fuente del sector, sumado a la inestabilidad macroeconómica que caracteriza nuestro país que resulta en un obstáculo para las inversiones de gran tamaño, la industria farmacéutica a nivel internacional se nutre de créditos y subsidios gigantescos por parte de los estados. En nuestro caso, hasta el año pasado los instrumentos eran pocos y de bajo volumen, pero existían. Ahora, ni eso.
David vs Goliat
Te decía que los laboratorios en Argentina no son todos iguales –para ser justos, en todo el mundo es así–. Se puede separar el lado de la producción en tres tipos de empresas: las nacionales de facturación alta, las de facturación más baja y las multinacionales.
Los laboratorios nacionales –tanto los de mayor como los de menor facturación– se encargan, por lo general, de la producción de medicamentos en base a drogas ya conocidas y con patentes vencidas, por lo que pueden replicarlos o bien hacer leves cambios a la formulación manteniendo el mismo impacto sobre los pacientes. En ambos casos, suelen importar los principios activos para elaborar las formulaciones localmente.
Hay dos cuestiones que diferencian en mayor medida a estos tipos de laboratorios. Por un lado, la escala productiva, los más conocidos –Bagó, Roemmers, Gador, Raffo– suelen tener mucha mayor producción, por lo que el volumen de mercado que pueden ocupar es considerablemente más grande y tienen la capacidad de fabricar y distribuir a menores costos que los de menor escala. La segunda gran cuestión es el marketing que hacen.
Ahí entra en juego algo de lo que seguramente ya escuchaste hablar: la Ley de Medicamentos Genéricos. Allá por el año 2002, durante la crisis por la salida de la convertibilidad se sancionó esta ley que establece que las recetas médicas deben indicar exclusivamente el nombre de la droga y no el nombre comercial. Sin embargo, se estableció como excepción la posibilidad de incluir el nombre comercial. Entonces, muchos médicos –que pueden estar influenciados por incentivos de ciertas marcas– cuentan con esa variante.
Pero el tema no se queda ahí. Si mirás televisión abierta de vez en cuando habrás notado que las publicidades son un compendio de drogas que se suceden para solucionar todos los problemas que podemos tener –desde no dormir bien hasta dolores–. Entonces, los consumidores suelen elegir las marcas más conocidas, por la idea de que son mejores –aunque todos los que están a la venta están regulados por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT)–.
Sumado a la publicidad con la que nos topamos diariamente, las grandes empresas –y las multinacionales– gastan fortunas en llevar a los médicos a congresos, en dar muestras gratis y en invertir en visitadores médicos para convencer de que se receten determinados tipos de productos y no otros. Todas estas cosas redundan en un mayor valor de los medicamentos, ya que implican gastos millonarios: se compite por el marketing y no por los precios, lo que beneficiaría a los consumidores.
Por esos dos motivos, la ley sancionada durante la gestión del ex ministro de Salud Ginés González García no se cumple del todo. Entonces los laboratorios con mayor poder de mercado pueden mantener sus altas tarifas frente a otros de marcas más baratas que no invierten tanto en estrategias de publicidad y difusión.
Vale aclarar una cosa, en el mundo los genéricos son producidos también por grandes compañías. Por algún motivo, acá el término se deformó y se terminó asimilando a los producidos por las empresas de menor tamaño, más allá de que las grandes también los fabrican. En rigor, todo aquello que no es el original es un genérico.
La contracara de todo esto son las empresas multinacionales que, en la gran mayoría de los casos, directamente importan las drogas y las formulaciones de sus casas matrices u otros laboratorios del mundo donde fabrican a mayor escala, por lo que aquí se encargan más que nada de algunas partes de la investigación y el desarrollo (I+D) –como ensayos clínicos– y otros segmentos no tan vinculados estrictamente a lo productivo.
El precio de la vida
En la agenda de transformaciones de la economía, el gobierno encabezado por Javier Milei encuentra al sistema de salud como uno de los puntos claves a tratar, entre otras cosas por el valor de los remedios. No vamos a meternos en eso acá, pero te dejo estos dos materiales que pueden interesarte donde lo analizan. Por un lado, el programa de Jairo Straccia en C+, nuestro canal de YouTube; por otro, esta nota muy completa de Hugo Martin y Milton Del Moral en Infobae.
En una primera instancia, con el DNU 70/23 (el famoso Mega DNU) se planteó que las recetas médicas únicamente tuvieran el nombre de la droga y la dosis, de manera tal que los consumidores pudieran escoger entre las diferentes marcas. Este avance, considerando los gastos millonarios de los laboratorios grandes en marketing como te mencionaba anteriormente, hubiera significado el acceso a productos de menor precio para los usuarios.
Sin embargo, tan solo un mes después, el decreto de reglamentación dio de baja la imposibilidad de recetar por marca, aunque obligó a los farmacéuticos a ofrecer otro producto de menor precio si los consumidores así lo desearan. Más o menos, se volvió a la situación anterior de la Ley de Medicamentos Genéricos, que pese a la idea no mueve el amperímetro de las grandes empresas.
El nuevo camino planteado para la disminución de los valores resulta en delegar en las provincias la aprobación del uso y venta de los medicamentos en sus propios territorios, de forma tal de no tener que pasar por la ANMAT –cuya inscripción permite el tránsito interjurisdiccional–. Este formato, que ya estaba previsto por la ley, volvió a la escena por una charla entre Federico Sturzenegger, ministro de desregulación, y Alberto Cornejo, gobernador de Mendoza, para habilitar el ingreso de remedios indios a la provincia sin la necesidad de pasar por ANMAT.
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Una fuente del sector me indicó varias cuestiones a tener en cuenta sobre esta idea. En primer lugar, la industria de India combina laboratorios excelentes con otros de menor nivel, dado que las regulaciones del país no son tan estrictas como las de Argentina –e incluso menor que las de otros países desarrollados–. Eso quiere decir que las provincias que deseen implementar este tipo de soluciones deberán replicar una estructura similar e igual de capacitada que la ANMAT para asegurarse que la salud de la población no se va a ver afectada por medicamentos de mala calidad. En caso de replicarse esto en otros territorios sería un sinsentido de gasto presupuestario, que resultaría mucho más eficiente si se invirtiera en la agencia nacional que se encarga del tema (ANMAT).
En segundo lugar, incluso si ese paso se cumpliera, la provisión de remedios en las farmacias está fuertemente condicionada por las propias estrategias de marketing de las marcas locales, por lo que difícilmente se vea rápido un cambio en el acceso directo por parte de los usuarios. ¿Cuáles son las garantías de ese producto frente a otros que receta el médico o que uno conoce por la televisión? Volvemos entonces a la cuestión de las recetas médicas. Quizás parte del problema de los precios reside en la demanda –y sus problemas de información– y no en la oferta.
En donde sí podría haber un efecto considerable es en los nuevos productos de altísimo valor que se desarrollan en el mundo y que, al ser provistos por pocos laboratorios, suelen ser más caros que los asociados al costo de producción –incluso teniendo en cuenta la inversión en I+D–. Si pudieran registrarse otras marcas con un impacto similar sobre los pacientes probablemente los costos bajarían en ese segmento. Sin embargo, este tipo de soluciones tienen más sentido a nivel nacional que local, por lo que volvemos al primer punto: la necesidad de fortalecer la agencia regulatoria nacional.
Bonus Track
*Ya que hablamos de la salud, uno de los temas más importantes en la actualidad es el envejecimiento de la población y las situaciones que eso trae. Yamila Nadur y Agustina Bendersky de Fundar lo analizan en esta excelente nota.
*Este episodio de Ciencia del Fin del Mundo trata sobre la Agencia Nacional de Laboratorios Públicos (ANLAP).
*Seguramente lo escuchaste en algún momento, pero durante el gobierno de Arturo Illia en los 60 se sancionó una ley de medicamentos bastante importante. Te dejo este video que lo cuenta.
*La recomendación de hoy no es de terror, es peor: una serie sobre la crisis de opiáceos en Estados Unidos: Dopesick. Es sobre Purdue Pharma y la oxicodona. Netflix sacó la misma historia en formato serie hace poco, pero la que te recomiendo es mejor.
Fuente Cenital
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